La misión del educador hoy: enseñar a vivir y cuidar la vida
…lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Lc. 10, 34
La educación católica tiene hoy una gran misión: Cuidar la vida y enseñar a vivir en comunidad. Esta la hemos heredado de Jesús Pastor, que cuidó la vida con misericordia y compasión, y Jesús Maestro que nos enseñó a vivir la vida en comunidad. La Confederación de Educación Católica asume esta doble misión de enseñar a vivir y del cuidado de la vida como fundamento de nuestra caminada desde la Pastoral Educativa Académica.
El desarrollo es algo deseable, pero se vuelve preocupante cuando se convierte en amenaza para la vida de gran parte de la humanidad, especialmente, para los empobrecidos y excluidos y para la vida de la casa común. La educación católica para que sea eficaz necesita estar fundamentada en la experiencia de Dios vivida por las personas que dinamizan el proceso educativo. La experiencia de Dios en la persona la hace profundamente pastora y maestra en el cuidado de la vida
La relación de Dios con la persona es una relación creadora de vida de manera permanente. “Creó, pues, Dios al hombre/ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” y les dio la vida. (Gén. 1,27). Se recogen aquí dos claridades fundamentales sobre la persona humana: (1) es creada “a imagen de Dios”; (2) es creada como “hombre y mujer”. Dios crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, de la misma humanidad, con idéntica dignidad personal, y al mismo tiempo en esencial y profunda relación de hombre y mujer y los crea para la vida. El texto del Génesis, 1,1-2,4, describe la potencia creadora de Dios que obra realizando distinciones en el caos primigenio (luz, tinieblas, mar, tierra, plantas, animales) creando en fin al ser humano ‘a imagen de Dios le creó, hombre y mujer los creó’. Esta es la misión profunda de Dios hecha realidad en la vida de Jesús de Nazareth: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” Jn. 10, 10. Esta es la misión de Dios para la humanidad y la misión de la humanidad para que se plenifique.
La vida como el tesoro fundamental que hemos recibido y teniendo en cuenta su fragilidad es el valor de los valores, pero es lo más despreciado y, por lo tanto, lo más agredido y amenazado en todas sus formas.
La dignidad de la vida de la persona es negada y atropellada en la gran mayoría de los seres humanos que habitan este mundo. Esta situación se presenta a partir de actos de apropiación y de dominio de las cosas por parte de unos pocos (Boff, 2000), lo cual genera un camino de destrucción más que de planificación de la vida. La vida humana es amenazada por el hambre, la violencia, por la falta de trabajo, de educación, de salud, en fin, por la falta de las condiciones necesarias para una vida digna y plena. Las relaciones de la humanidad con la humidad misma no son humanas y no están centradas en la vida de la persona sino en intereses fundamentalmente de dominio y económicos. Esto implica un cambio de paradigma personal y comunitario donde se logre un interés común al servicio de la dignidad de la vida.
La vida de la casa común está gravemente herida por la acción irracional e interesada de aquel que todo lo considera desde el horizonte de la competencia, del éxito y de la ganancia económica.
El cuidado de la vida y enseñar a vivir es el fundamento de la educación que centra su praxis en la atención de las necesidades fundamentales humanas para que todas las personas alcancen una vida feliz. Esto es lo que podemos llamar educación desde el corazón y con calidad humana.
Padre José María Flórez J. Cmf
Presidente
CONACED Bogotá – Cundinamarca