El poder de vivir “a lo bien”
¡Vivir!
Simple y llanamente, tal vez sea lo fundamental de nuestro paso por el universo. Como nunca antes, el elemental hecho de vivir, recobra hoy su lugar en nuestra existencia. Contundente para enfrentar la crisis que nos condujo al aislamiento social. Claro, no todos y con la misma intensidad albergamos tal claridad, de ahí las tensiones que se presentan al respecto, por ejemplo, con quienes lideran el mundo empresarial y financiero.
Lastimosamente, algunos de nuestros semejantes deben exponer su vivir a la letalidad del virus, porque el tipo de trabajo y/o sus ingresos para la subsistencia, entre otros, no les permiten el aislamiento social. De ahí que, en la actualidad para algunos resulte un enorme privilegio el hecho de aislarse, así como el de conservar su trabajo y en casa.
La situación actual, tan compleja y desconcertante a la vez, nos obliga a repensar nuestras formas de vivir (aunque siempre resulte posible hacerlo). Más aún, quienes ya cuidaban de sí, imprescindible en el arte de vivir, necesitarán, en alguna medida rehacer algunos hábitos cotidianos; sin embargo, quienes se hallaban descuidados de sí mismos, pero actualmente consideran la importancia de vivir bien, necesitarán asumir con mayor intensidad su vida, su historia y ciertas rutinas para atender su bienestar.
Sin lugar a dudas existen presiones exteriores, del orden laboral, familiar, social, cultural que eventualmente pueden hacer un tanto más pesada la jornada diaria, pero no cabe duda (por lo menos para quienes tenemos aseguradas las condiciones básicas de subsistencia), que buena parte del poder que tenemos de vivir mejor se halla en cada uno de nosotros. Asunto del que necesitamos ser conscientes, pero sin desconocer que este virus nos puso
ante el Orden real de la vida: la tierra ha existido sin los humanos y fácilmente podrá seguir su curso sin ellos, no así a la inversa.
Y es que cada una, cada uno tiene el poder de hacer ejercicio, comer, cocinar, lavar la loza, barrer, bailar, organizarse, definir un horario, trabajar, sentir, meditar, estudiar, llorar, cantar, reír y ser feliz… Esto tan elemental para quien vive bien, por el contrario, le resultará sorpresivo, extraño y hasta agresivo a otro, y, no es para menos, pues, el loco afán de tener y aparentar, propio de la sociedad del consumo y de la vida líquida, se nos impuso y lo aceptamos como la gran verdad. Así, las declaraciones de Pepe Mujica asegurando que al ocupar tanto tiempo en el trabajo, lo que en verdad viene sucediendo es que cambiamos nuestra libertad por el dinero (y/o para encubrir la angustia), pues como lo decían Buda o Francisco de Asís, rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita; entonces resulta fácil concluir que nos pusimos a las órdenes de mi capital, como lo denunció Ellacuría, aunque en otro contexto, pero, que bien puede aplicar hoy.
Paradójicamente, pareciera que entre más tengo (cosas, personas, títulos, reconocimientos), en el sentido de poseer, más esclavo soy de lo que tengo y menos cuidadoso y amoroso soy de las relaciones conmigo mismo, los otros y lo otro. Vivimos existencias orientadas por el amor a la vida (biófilos) o el amor a la muerte (necrófilos), o vidas que se mueven en diversas intensidades entre estos dos horizontes del vivir.
Si no asumo por mi propia cuenta y riesgo el poder que tengo de vivir mejor, posiblemente el periodo de la COVID-19 incrementará mi mal vivir. Todo en la vida exige esfuerzo, nada es regalado, mucho menos el arte de aprender a vivir a lo bien.
Alirio Pesca Pita.